Dos notas sobre la democracia

1. He estado leyendo y escuchando con interés una serie de argumentos que hablan de nuestra cercana o lejana mayoría de edad, madurez o hasta aplomo para arribar a la democracia. El infame ejemplo que algunos y algunas ponen es el de Estado Unidos y, en general, el de los países desarrollados, ese noble eufemismo que ahora se usa. Bien, mañana es 7 de julio, se conmemoran los bombazos de Londres y por una serie de azares y destinos es una ciudad donde paso gran parte del año. Aquí, hay libertades, se respeta el voto, hay una sorprendente ciudadanía y una ejemplar civilidad. Todo eso, de alguna forma, lo han logrado a costa de una historia de colonización bien conocida, todo eso, también, les permite, como a la mayoría de los países desarrollados, intervenir otros pueblos, bombardear ciudades, destrozar y explotar comunidades. Son, como diría Marx, un pueblo que ha cumplido la mayoría de edad. Bien, si algo le deseo a mi país no es ese destino, el de pueblo maduro, con capacidad para destruir al mundo y enceguecer, de manera fascinante, la conciencia de sus habitantes.

2. Andrés Manuel López Obrador ha sido muy cauto y respetuoso con sus críticos de izquierda, en especial con dos, el Subcomandante Marcos y el Ingeniero Cárdenas. Sin embargo, a la par que guardaba silencio, algunas veces de forma absurda, no se cansaba de hacer una analogía del movimiento que ha encabezado con los procesos mexicanos de Independencia y Revolución. Bueno, la analogía cada vez adquiere más precisión. Algo de México, algo de lo más valioso de ese país, se debe a dos hombres de poder, a dos personajes sin los cuales sería impensable la República, Juárez y Madero. Tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, no faltaron quienes decían que un indio loco andaba en las carreteras, creyéndose presidente de la República y que otro atolondrado y pequeño ser, Madero, desafiaba a las instituciones establecidas y consolidadas por el porfirismo. Argumentos como los que empiezan a inundar los nefandos medios de comunicación. Seguramente muchos mexicanos y mexicanas discrepaban de esos dos hombres de poder y, sin embargo, no tuvieron más remedio que sumarse a la resistencia que encabezaban contra la plutocracia, la oligarquía, el cinismo y la mediocridad de aquellas clases gobernantes. Ahora, al parecer, López Obrador encabezará un movimiento nacional que puede volver a fundar la nación o, en caso de ser derrotado, dejar, quizá ahora sí sin remedio, la nación en manos de la medianía, la prostitución y el sin sentido en el que han sumido a la mayoría de los mexicanos los gobiernos que se apoderaron del país desde 1982.

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