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Mostrando las entradas de 2008

Ocho años de panismo en eso que se llamaba la República mexicana

Antier el presidente de la Comisión Nacional de Derecho Humanos (CNDH) nos obsequió una precisa radiografía del país: 1. De enero de 2001 a noviembre de 2008 ocurrieron 20 mil secuestros en el país, esto es, 2500 al año, siete al día. 2. En ese período se registraron 10 mil 500 ejecuciones atribuidas a eso que llaman "crimen organizado". 3. En el 2008, se han ejecutado a 5 mil 585 personas. 4. De enero de 2006 a noviembre de 2008, 48 millones de personas han sido víctimas del delito (16 millones por año, 43 mil 835 al día) 5. De todos esos millones, se ha aclarado el 1.24%, lo que quiere decir que el grado de impunidad del país es del 98.76%. Hace tiempo que el país es una suma de empresas, aparentemente, sin control. Si uno observa esto, más bien parece que la cosa marcha bien: el estado criminal, que vocifera una guerra, nunca ha entregado cuentas tan asombrosas a sus ciudadanos. ...

EL LECTOR, LA LECTORA, EL AUTOR

Rubén Fonseca, siempre algunos lustros adelante de la mayoría de la literatura corriente, ha sugerido la inminente muerte del lector. No obstante, se hace una pregunta pueril: ¿la literatura y la poesía pueden existir aunque sólo se haga para tres gatos? Lo que en esa pregunta se entiende por literatura, sí, puede existir hasta para un sólo gato, el autor. ...

MUÉRETE, PERRO

Fragmentos de un texto publicado en LUVINA Apuro lo que bebo y no se acaba al contrario: es más lo que me culpa Luis Armenta Malpica Si no mal recuerdo, fue hace 5 años que encontré a Gustavo Kafú en el Hotel Imperial. Me acuerdo, tengo buena memoria, que esa noche me dijo algo que mucho tiempo después escribió, cuando yo le envié las fotografías de Jerónimo Arteaga-Silva para que hiciera un texto. Las palabras, si mi memoria no me traiciona, eran éstas: “Algunas veces he intuido que beber es la más desdichada de las virtudes y el más sublime de los vicios. Nunca se bebe solo, Carlos, ni siquiera cuando nadie nos acompaña. Siempre hay un motivo que yace junto a los bebedores y esa secreta razón no es perversa ni frugal. Es, en estricto sentido, un misterio cotidiano”. No dudo que toda la pléyade de borrachos de la literatura haya compartido algo de esa intuición elemental. Desde Edgar Allan Poe hasta Malcolm Lowry, pasando por Ernest Hemingway, William Faulkner, Scott Fitzgerald, John

Cortázar: 62 Modelo para armar

Una bocanada de aire tibio le llegó a la cara, el calor de un rostro próximo al suyo; iba a volverse en silencio, buscando una zona más alejada, cuando sintió los dedos de Hélène en su garganta, un roce apenas resbalando en diagonal desde el mentón hasta la base del cuello. “Está soñando”, se dijo Celia, “también ella está soñando”. La mano subía lentamente por el cuello, rozaba la mejilla, las pestañas, las cejas, entraba en el pelo con los dedos entreabiertos, deslizándose por la piel y por el pelo como en un viaje infinito, resbalando otra vez hacia la nariz, cayendo sobre la boca, deteniéndose en la curva de los labios, dibujándolos con un solo dedo, quedándose largamente ahí antes de reiniciar la interminable carrera por el mentón, por el cuello. —¿No duermes? —preguntó absurdamente Celia, y su voz le sonó como desde lejos, todavía en la playa o la piscina y mezclada con la sal y el calor que no alcanzaban a separarse de esa mano contra su cuello, que más bien la confirmaban ahora

ENSAYO E INFORTUNIO

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Nueva repetición sobre el ensayo

UNO El ensayo, como algunos autores que pernoctan fuera del canon nacional han sostenido, no es un género. En la furiosa especie que llamamos literatura existen géneros y subgéneros; el ensayo, en cambio, a penas es un borrador, una forma de la escritura desordenada o en crisis. Si se me apresura, puedo decir que es una radical intervención tecnológica de la memoria, por esa razón, por su extremo trabajo de superficie a partir de la escritura, es que no puede reflejar mitologías, ni siquiera crear imagologías de larga duración. Por el contrario, el ensayo produce objetos de consumo. De forma abyecta y rápida, pone al autor y al lector en un circuito de consumo, donde la escritura, en este caso la escritura como ensayo, se vuelve una mercancía y, como lo vemos en la mayoría de publicaciones donde se aloja este seudo-género, crea un fetiche social. En esta esfera de circulación fetichista y mercantil, no hay diferencias sustanciales entre un ensayo publicado en Caras, en la revista de vu