"La canción del pulque", de Everardo González, es un crudo documental sobre la Ciudad de México. Ese espacio de consumo que puede destruir todo. Alcanza en su onda expansiva y "Pirata" el espacio mismo donde se produce lo que ahí se consume, por ejemplo, las magueyeras o la vida tlachiquera. Quizá ahí radica su belleza efímera, tan potente en los utensilios y formas de la pulquería. Junto con la tierra, el color, en todo México, es el eje central, lo que se marchita y palidece sin cesar.
Dentro de los principios barrocos que Bolívar Echeverría detecta para explicar la socialidad americana, está el principio de exageración, que etimológicamente tiene que ver con acumular. Otro principio central es derrochar. Ahí se constituye una dialéctica americana, trágica y festiva: acumular y derrochar. La base de comportamiento acumulativa se centra una y otra vez en una exageración estética y sacra, festiva y ritual. De hecho, es esa dinámica la que marca el nexo temprano entre el arte barroco y el catolicismo de la contrarreforma. A lo largo de toda la historia americana esto se manifiesta constantemente como una exacerbación de estilos artísticos, poliformas estéticas y políticas barrocas, y una infatigable ritualización de la vida cotidiana.