Hace algunos años, más de 30, en México la clase política, esa basura que produce el sistema, se escandalizaba por los conciertos de Rock. Hoy se escandalizan por las protestas. En Londres, por ejemplo, las protestas son cíclicas y, todo mundo lo sabe, de vez en vez, harto violentas. Nadie se escandaliza, son parte del sistema. Aquí, todavía se les da un trato de acontecimiento telúrico, de posibilidad de refundación, de falta a las buenas costumbres que, creen nuestros políticos imbéciles, deben imperar en su mundo donde el capital sigue siendo religioso, una experiencia mocha.
"El principio del verano" (1951) es una película ejemplar de Yosujiro Ozu. Grabada bajo el principio de la des-dramatización subjetiva, pues todo el drama ya está constituido en los espacios, Ozu insiste en señalar que la vida desplegada en las sociedades modernas del siglo XX es una jaula que tiene como su centro productivo y represivo la cocina, lugar desde donde la mujer debe reproducir la vida doméstica y reprimirse. La protagonista, Noriko (Setsuko Hara), sabe perfectame nte esto y sabe, además, que no hay otro futuro en el mundo postbélico que ha cifrado la Segunda Guerra Mundial. Su estrategia entonces es divertirse y sacrificarse bajo sus propios códigos y no los que le dicta la forma patriarcal de ese Japón. Ozu, por su parte, vuelve a mostrar una complejidad barroca pocas veces alcanzada en el arte del siglo XX: toda la tragedia del mundo humano ya está cifrada en nuestra forma de torturar a las formas naturales y animales de este planeta. ....