Pornografía y publicidad
Escribe Coetzee:
"En el negocio del deseo, donde el fotógrafo de moda y el pornógrafo se mueven en los mismos círculos y de hecho pueden ser la misma persona, la publicidad puede incluso llevarle la delantera a la pornografía, no sólo porque en ella hay más dinero de por medio, sino también porque posee un programa teórico más coherente. La publicidad no se dedica más que a prometer, mientras que en cierto sentido la pornografía se encarga de hacer lo que en realidad no puede hacer ninguna representación: dar. El anuncio publicitario permanece por completo en el seno de la constitución del signo: es algo que representa otra cosa; en cambio, al ofrecerse como la cosa misma, la pornografía viola su propia constitución. De ahí su frenesí característico y su quizá también su creciente violencia, que hay que interpretar como la violencia de la frustración. También en el uso del tabú la publicidad es más astuta que la pornografía. Sabedora de que no puede dar, señala el tabú: si no fuera por eso, dice, podría enseñarte lo que quieres; por el momento tendrás que contentarte con menos, sólo con un atisbo. La pornografía, por el contrario, primero viola el tabú y luego, por su propia supervivencia, tiene que resucitarlo en otra parte.”
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"En el negocio del deseo, donde el fotógrafo de moda y el pornógrafo se mueven en los mismos círculos y de hecho pueden ser la misma persona, la publicidad puede incluso llevarle la delantera a la pornografía, no sólo porque en ella hay más dinero de por medio, sino también porque posee un programa teórico más coherente. La publicidad no se dedica más que a prometer, mientras que en cierto sentido la pornografía se encarga de hacer lo que en realidad no puede hacer ninguna representación: dar. El anuncio publicitario permanece por completo en el seno de la constitución del signo: es algo que representa otra cosa; en cambio, al ofrecerse como la cosa misma, la pornografía viola su propia constitución. De ahí su frenesí característico y su quizá también su creciente violencia, que hay que interpretar como la violencia de la frustración. También en el uso del tabú la publicidad es más astuta que la pornografía. Sabedora de que no puede dar, señala el tabú: si no fuera por eso, dice, podría enseñarte lo que quieres; por el momento tendrás que contentarte con menos, sólo con un atisbo. La pornografía, por el contrario, primero viola el tabú y luego, por su propia supervivencia, tiene que resucitarlo en otra parte.”
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