El lector se encuentra frente a un extraordinario y logradísimo caso de poesía brutal. Al leerlo, si es ho- nesto consigo mismo, no podrá decir que le“gusta” (¿o el espectáculo de un semejante que se desgarra es cosa para disfrutar?), ni que lo ha comprendido, pues sólo temperamentos excepcionales, y aun ellos sólo en momentos excepcionales, son capaces de una desesperación tan recia y de una ternura tan profunda. Tampoco podrá decir que lo ha leído literaria- mente, pues esto no es Literatura, en el sentido ci- vilizado que nos lleva a escribir (reflexionando, borroneando, calculando las expresiones para mejor comunicarnos) en un deseo de conversar con el lector. El propio Jaime Sabines acepta, en dos versos que fincan la credibilidad del poema, lo excepcional de su intento:“Me avergüenzo de mí hasta los pelos por tratar de escribir estas cosas”. La grandeza hu- mana de este poema nos exige diferenciarlo de algu- nas irresponsables escuelas literarias modernas que, para esc...